Año nuevo, reflexiones no tan nuevas

¿Cuántos van ya, samarugo? Vamos camino de los ocho años. Pocos proyectos me han durado tanto y este  blog tiene toda la pinta de querer convertirse en el más longevo. Lo cierto es que me alegro mucho por ello y hasta siento una pizca de orgullo y satisfacción, que diría aquel.

Lo que nació como un simple cuaderno literario se ha convertido en algo mayor y más heterogéneo. Me gusta compartir aficiones y descargar mi frustración sobre la pantalla cuando lo encuentre necesario, pues vivimos en una época en la que la norma es mostrar el lado bonito de la vida, pero esta tiene tantas luces como sombras y no siempre están compensadas.

Por querer mostrar la mejor versión de nosotros mismos nos estamos deshumanizando, viviendo en una burbuja ficticia que solo puede conducir al desastre, consumidos por nuestro consumismo. Esto se refleja en todas las parcelas de nuestra existencia. 

Hace un rato leía que las bajas laborales por enfermedad mental han aumentado un 17% ¡y lo que te rondaré, morena! Porque esto no tiene visos de mejorar. Nadie es inmune. Tampoco el samarugo. Por eso, también, este blog.

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