Regreso al punto de partida


Los periodos de transformación no han de ser necesariamente largos, pero siempre son confusos y caóticos. Durante estos últimos meses de crisis (vocablo que significa tanto cambio como decisión) he reordenado mis prioridades y he derribado algunos —y adaptado otros— esquemas sobre los que se fundamentaba mi día a día. 

Llegué a la conclusión de que me resultaba necesario soltar lastre, todo aquello que no solo me pesaba, sino que además no me aportaba nada que mereciese la pena el esfuerzo de soportarlo, cuando no de sufrirlo. Ha supuesto también un cambio de paradigma porque —tal vez— lo cierto e incuestionable no lo fuera tanto como creía. 

Entre otras decisiones que no vienen a cuento, pero que han sido igual de importantes, me deshice de la editorial, a la que hasta el momento había considerado «el proyecto de mi vida». No ha sido así. A pesar del escalofrío que recorrió mi cuerpo al tomar esta decisión y de la tristeza —comprensible y razonable— de los primeros días, resulta que no pasa nada, que el mundo sigue girando, que la vida sigue su curso.

Después de cuestionar mis dogmas y de someter aquellos compromisos autoimpuestos al juicio severo de una reflexión meditada, la sentencia final no contempla ni la condena ni la absolución de los acusados porque de lo que se trataba no era de buscar culpables (en todo caso solo habría uno y sería yo mismo), sino cambios.

He determinado no volver a esclavizarme con otros «proyectos de mi vida» ni mucho menos a comprometerme con terceros dejándome llevar solo por la emociones o el miedo a quedar mal. ¡Qué importante es saber decir no sin sentirte mal por ello! En efecto, mi vida es el único proyecto por el que realmente merece la pena luchar.

Al haber entendido todo esto me siento capaz de nuevo de retomar las riendas de mi presente, adaptarlo y transformarlo, incluso radicalmente si fuera preciso.

Ha sido entonces cuando, de manera natural y espontánea, ha renacido esa curiosidad que me empuja a investigar en busca de respuestas. Incluso he dado un paso al frente para estudiar lo que siempre he deseado: la arqueología.

Al final, no se trata más que de una vuelta al punto de partida, tras un largo rodeo, para tratar de seguir el camino que inicialmente me había marcado, aun sabiendo que es posible que la ruta vuelva a variar. Si eso ocurre de nuevo —que ocurrirá— me prometo a mí mismo disfrutar tanto del recorrido como de quienes me acompañen en esta nueva etapa.


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