Desde antes ya de nacer
se escribe nuestra novela
de asuntos sin resolver
y elecciones incorrectas.
Las páginas inconclusas
que no fueron corregidas
nos acosan con excusas
a lo largo de la vida.
Cerrar capítulos abiertos,
escritos desde la torpeza,
nos da la absoluta certeza
de haber obrado lo correcto.
Sólo tras haber reescrito
un mal capítulo enredado
aquellos renglones torcidos
se tornarán enderezados.
Donde hubo culpabilidad,
dolor y falta de sosiego
ahora habrá tranquilidad,
grato recuerdo y desapego.
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