Ansiedad

Ansío que llegue el día
cuando ya no sueñe tus ojos
en el agua del estanque
tras el rebotar travieso
de aquella piedra que lancé
para no amar a nadie.

Ansío que llegue el día
en que tus besos robados
a las tinieblas de la madrugada
no se disipen en el reino etéreo
de un despertar cotidiano.

Ansío que llegue el día
en que tu rostro soñado
no se pierda en el reflejo
de aquel horrible espejo
que hubo, hay y habrá
en esta casa de la risa
que aprisiona mi desdicha.

Ansío que llegue el día
en el que tus manos
alivien todo mi pesar
con el fresco bálsamo
de ardientes caricias.

Ése será el día, amor,
en el que junto al fuego,
libres de todo miedo,
susurremos los silencios
pronunciando sonrisas.

Ése será el día, querida,
en el que te abrace fuerte
por la noche y no te sueñe
envuelto en pesadillas.

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