Soy un ferrano. Los ferranos no conocen la derrota porque la única derrota es dejarse vencer. Los ferranos no conocen el fracaso porque el único fracaso es no haberlo intentado. Los ferranos no conocen el desaliento porque ven normal caer, pero se levantan con más ímpetu y han aprendido de la experiencia. Los ferranos no miden el éxito por lo que se tiene, sino por lo que se es. Los ferranos no conocen la traición, aunque la sufran, porque su código de honor está por encima de las debilidades propias y ajenas. Los ferranos no conocen el odio porque el odio esclaviza. Los ferranos son implacables en la batalla, pero la misericordia es lo que los hace grandes. Los ferranos se equivocan y lo reconocen. Los ferranos a veces hacen daño sin pretenderlo y se retractan. Los ferranos miden sus fuerzas y si no bastan solicitan ayuda y eso los hace poderosos, no débiles. Los ferranos conocen el orgullo de un trabajo bien hecho, no el orgullo que se crece en la desdicha de los demás. Un ferrano sabe empuñar la espada, pero también llorar cuando corresponde. Un ferrano es el mejor aliado que puedes conocer o uno de los mejores aliados que puedes haber perdido, pero nunca un enemigo. Un ferrano no juzga, es leal a los suyos sin hacer preguntas ni exigir explicaciones. Un ferrano cuando ama lo hace incondicionalmente y con total entrega. Un ferrano aspira a ser un hombre bueno, aunque lo tomen por tonto. Un ferrano persigue lo que quiere y hace todo lo posible para ello, pero también sabe retirarse a tiempo. Un ferrano no es más que un hombre, con sus defectos y virtudes, que aspira a mejorar cada día. Un ferrano nunca exige a los demás lo mismo que él está dispuesto a dar o no sería un ferrano. Lo que un ferrano sí espera es que la otra persona tenga unos valores bien definidos y que sea consecuente con ellos. Sí espera que la otra persona respete sus principios, aunque no los comparta. Si esto no lo entiendes, no mereces estar en nuestras filas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario